domingo, 19 de febrero de 2012

Tres días en Marrakech

Caótica, desordenada, ruidosa, Marrakech es todo eso y mucho más, pero con la misma intensidad que te estresan sus calles, te atrapa su espíritu. La primera toma de contacto con la ciudad es abrumadora, por sus calles adoquinadas las bicis te pitan, las motos repletas de gente te pasan a centímetros y la vorágine de gente te atropella. Llegamos a ver hasta cuatro personas en una motocicleta enana, sin casco por supuesto, ¡y dos de ellos eran niños!


Nada más llegar, nos acercamos a la plaza de Jamaa el Fna, centro neurálgico de la ciudad y visita obligada para todo el que visita Marrakech. El bullicio, los vendedores que te persiguen, los olores intensos y las innumerables tiendas y puestos serán el preludio de lo que nos espera. 




Un paseo por los zocos nos traslada definitivamente a otro mundo, todos te llaman desde todos los puestos, inexplicablemente desde muchos metros antes de llegar a ellos y sin oírte hablar, saben perfectamente que eres español. Os recomendamos que no os paréis a no ser que os interese realmente comprar, porque son muy insistentes y llegan a resultar un  poco pesados, además de que no te dejan dar dos pasos seguidos si todos ven que te paras. 




Pero entre tanto bullicio, también hay rincones para descansar y recuperar energías tomando un té a la menta. De vez en cuando te encuentras con pequeñas plazas con terracitas para sentarse a contemplar desde fuera el devenir de la ciudad. No sé cuantísimo té pudimos tomar en tres días, pero es que está buenísimo y solo por 1€.




Uno de los rincones que más nos gustó fue la plaza des Epices, muy concurrida de día repleta de vendedores de especias y cestas de mimbre, pero mucho más tranquila al atardecer. Si os apetece hacer un alto en el camino en esta emblemática plaza, podéis acercaros al café des Épices. Podréis tomar una ensalada o un sandwich en su terraza antes de continuar camino.





Y si después de tanto bullicio os apetece adentraros en un pequeño oasis en plena ciudad, podéis visitar los jardines Majorelle, que fueron propiedad de Yves Saint Laurent al que dedican un pequeño espacio en un rincón de los jardines. La entrada cuesta 4€ y termina a las 5 y media de la tarde, pero son bonitos y merece la pena sobre todo en un día de calor. 






Aunque Marrakech no es una ciudad con demasiados monumentos que visitar, sí que hay algunas visitas que merecen la pena. A nosotros las que más nos gustaron fueron las visitas a las tumbas saadíes y el palacio Bahia. Las tumbas saadíes fueron descubiertas en 1917 y abiertas al público ese mismo año. La sala más famosa de las cinco de las que consta es la de las doce columnas, donde están enterrados los hijos del sultan Ahmad al-Mansur. La visita cuesta 10 dirham (1€ aproximadamente). 




El palacio Bahia es otra de las visitas que os recomendamos hacer. Fue construido en el siglo XIX y es una de las obras arquitectónicas más importantes de Marrakech. Aunque se encuentra totalmente vacío, sus techos de madera y su belleza arquitectónica bien merecen los 10 dirham que vale la entrada. 



Si os apetece continuar con la visita cultural, en el museo de Marrakech podéis adquirir la entrada para visitar el propio museo, la Qoubba almorávide y la Mederssa Ben Youssef por 60 dirham. La parte más bonita del museo es el patio central y las estancias aledañas. La verdad es que la colección pictórica no resulta demasiado interesante, pero en el patio podréis contemplar esta maravillosa lámapara, además de las maderas talladas de los techos y los azulejos pintados de sus suelos y paredes. 


La Qoubba almorávide es el único vestigio almorávide que conserva la ciudad de Marrakech, pero es una edificación importante porque estableció un modelo a seguir para la arquitectura posterior. 



La palabra Qoubba significa "cúpula" y viéndola entendéis por qué se llama así, ¿verdad?



El tercer monumento al que da paso la entrada es la Mederssa Ben Youssef. Se trata de la mayor escuela superior de estudios sobre el Corán que se construyó en Marruecos. Fue terminada en 1565 y tenía capacidad para albergar a 900 estudiantes. El patio central es precioso y las habitaciones sobrecogedoras.



Sin embargo, hay un par de visitas que nos defraudaron muchísimo y en las que no os recomendamos que perdáis el tiempo, son los Jardines de Menara y el palacio Badi. Los jardines de Menara no tienen nada de jardín y la edificación es muy sencilla y sin interés arquitectónico. Solo os encontraréis un estanque muy sucio y un recinto muy abandonado. En cuanto al palacio Badi, solo quedan las ruinas de lo que fue que por su tamaño debió de ser increíble, pero hoy por hoy, no quedan más que los muros exteriores. 


Lo que no podéis dejar de visitar para recuperaros de tanta cultura es un Hamman. Nosotros estuvimos en Les bains de Marrakech, un hamman precioso muy cerca de las tumbas saadíes. ¡Te dejarán como nuevo!




Aunque la primera impresión que te llevas de Marrakech genera un poco de desconfianza, lo cierto es que es una ciudad bastante segura. Puedes caminar por sus calles a cualquier hora sin ningún peligro. Os recomendamos perderos por sus callejuelas y mezclaros con sus habitantes, seguro que resultará un viaje diferente y muy enriquecedor. 

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