jueves, 29 de septiembre de 2011

Enrique Mendoza, Pinot Noir Crianza

Mi padre había venido a visitarnos y uno de nuestros planes fue llevarle a conocer nuestra tienda de vinos preferida, y de paso comprar un poco de vino para regar nuestras comidas de aquellos días. Uno de los vinos que compramos fue el madrileño Tagonius, del que ya os hablamos en otra entrada. Y por recomendación de mi padre, compramos este Enrique Mendoza. Se trata de un vino monovarietal de Pinot Noir, una cepa originaria de la borgoña francesa, a la que los suelos alicantinos le han venido como anillo al dedo.

Lo único que sabía de esta variedad de uva lo había oído en la película Entre copas (Sideways, 2004), cuyo protagonista detestaba la uva Merlot y adoraba la Pinot Noir, a la que describía como una uva sumamente delicada, que obligaba a los viticultores a estar siempre pendientes de ella para obtener un vino de sabor perfecto.


Con estos precedentes, había puesto bastantes expectativas en este vino y estaba deseando probarlo para ver qué la hacía ser tan diferente. El sábado pasado decidimos prepararnos una cena un poco especial y aprovechamos para abrir la botella: riquísimo!  Últimamente tenía la sensación de que todos los vinos son buenos y tienen sabores muy similares entre sí, en el intento de las bodegas por ajustar sus vinos a los gustos de todo tipo de públicos. Pero por fin he encontrado un vino con su propia personalidad.

A la vista es de un intenso color cereza picota. En nariz se aprecian claramente las frutas rojas, tan frecuentes en los vinos tintos, y los aromas tostados y ahumados, procedentes de sus doce meses en barrica de roble francés.  En boca resulta suave y amable, ligeramente astringente, con un final persistente.

Un buen vino. No en vano está considerado uno de los mejores monovarietales Pinot Noir de España. Gracias papá.

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