Llevamos ya tantas semanas pasadas por agua que necesitaba poner un poco de sol en mi vida. Según el pronóstico solo iba a hacer buen tiempo en Levante, así que aunque ya conocíamos Valencia, organizamos el fin de semana en un tris y allá que nos fuimos. Nos alojamos en el hotel Husa Dimar, un hotel a un paso del centro, que resultó ser una estupenda elección: nuevecito, bien decorado, con un buen desayuno y buen precio.
La verdad es que recordaba la ciudad más bonita de mis viajes anteriores, quizás porque los hice en otras circunstancias y con menos tiempo para callejear y escudriñar la ciudad. Aun así es indudable que Valencia tiene rincones muy agradables y muchos atractivos que no desmerecen una visita. Además ese clima fantástico del que disfrutan le hace ganar puntos, ya empezaba a respirarse primavera en sus calles, los árboles estaban en flor y la temperatura superaba los 20 grados (a medida que iba pasando el fin de semana el tiempo se estropeó un poco, pero se estaba genial igualmente).
Nosotros no llevábamos más plan que pasear tranquilamente, disfrutar de sus terrazas y de su gastronomía (a la que dedicaré algunas entradas aparte). Con ese simple propósito recorrimos las callejuelas de la Ciutat Vella, el barrio del Carmen, los alrededores de la Seu, la zona del Mercado de Colón o las tiendas de la calle Jorge Juan.
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